La vida de Kaori Orita está dividida en dos grandes capítulos. Nacida y criada en una zona rural de Japón, decidió en 2015 emigrar a la Argentina para cumplir su gran sueño: cantar tango. Si bien la adaptación a una nueva cultura tuvo sus peripecias, sus primeras experiencias como cantante en las milongas porteñas le confirmaron que había tomado la decisión correcta.
Kaori es una mujer amable, simpática y risueña. Se llena de orgullo al hablar de su historia y su corazón está dividido entre dos tierras: Japón y Argentina. Conserva la cordialidad y solemnidad nipona pero se mueve como una porteña más en Buenos Aires. Tomó clases de estilo con reconocidas intérpretes como Sandra Luna y Lidia Borda y hoy canta con diferentes orquestas de tango. Su presencia en los escenarios porteños se hace notar: combina en su vestuario la elegancia del tango con elementos típicos de la cultura japonesa.
Ser campesina en Japón
Nada le faltaba en su Kagoshima natal, al sur de la isla. Su vida transcurría cómodamente, tenía trabajo, pareja y familia y nada parecía anticipar el gran cambio existencial de Kaori. Su familia trabajaba en el campo y lo esperable era que Kaori siguiera la tradición campesina familiar. Pero algo le dijo que tenía que apostar por un cambio. Dejar Japón para empezar una nueva vida en Sudamérica fue una decisión meditada por un largo tiempo. Primero, unas vacaciones de un mes para conocer la tierra donde se cantaba el tango que Kaori tanto amaba. La ciudad de Buenos Aires la deslumbró: la avenida Corrientes, las milongas de Palermo, la comida y, sobre todo, la idiosincrasia porteña. “Como tanguera que era, Buenos Aires era la ciudad de mis sueños y vine con mucha ilusión”. En ese primer viaje, Kaori se enamoró del tango y volvió a su país con más inquietudes que certezas.
Al volver a Japón, se encontró en la disyuntiva de sentirse dividida. La rutina en Osaka ya no colmaba su espíritu y pasaba su tiempo pensando en cómo sería cambiar rotundamente su vida por el dos por cuatro. Kaori aprendió a bailar tango hace más de diez años. El abrazo, esa marca registrada del tango bailado, fue significativo para experimentar el cambio cultural que Kaori necesitaba: “En Japón me sentía muy triste, porque hay mucha distancia y nunca nos abrazamos”. En la primer clase de baile se dio cuenta de que eso era lo que buscaba.
Kaori sintió que bailar tango le llenaba el vacío emocional. Eso fue lo que la impulsó para dejar su comodidad allá y buscar en Buenos Aires esa nueva manera de vivir la vida.
El tango argentino en Japón: un siglo de historia
Los vínculos entre Japón y Argentina tienen una historia de larga data: la comunidad nipona en nuestro país es la tercera más grande de América latina. El tango, expresión artística que es patrimonio cultural de la humanidad, ha sido un motor de este intercambio que ha tendido puentes entre ambas culturas.
El barón Tsunayoshi Tsunami Megata fue un pionero de la introducción del tango en Japón a principios del siglo XX. En la década de 1920, el aristócrata Megata vivió largos años en la París de la Belle Epoque. Durante su estancia parisina, aprendió a bailar el tango en el Cabaret El Garrón donde actuaba la orquesta de Manuel Pizarro, llegando a ser un eximio bailarín. Al volver a Tokio, el barón Megata instaló una academia de baile en la que enseñó a bailar nuestra música a la aristocracia japonesa y publicó Un método para bailar el tango argentino.
Ya en la década del 40, la Orquesta Típica de Tokio se convirtió en pionera en la difusión del tango en Japón. Luego, en los años 60, las múltiples visitas de orquestas argentinas -con grandes exponentes como Francisco Canaro, Horacio Salgán y Roberto Goyeneche-, consolidaron la presencia del tango entre el público aficionado nipón. Hoy, entrado el siglo XXI, diversos artistas -orquestas, solistas, cantantes- viajan regularmente al país del Sol Naciente para mostrar el sonido actual del tango argentino.
A la hora de explicar por qué tiene tan buena recepción el tango en Japón, Kaori esboza una hipótesis sumamente interesante. “En la cultura japonesa está casi prohibido mostrar las emociones y se ve mal si uno muestra mucho lo que siente. Lo tenemos que guardar dentro nuestro. El tango, por el contrario, muestra y dice todo. Cuando bailamos o cantamos, sentimos algo muy profundo y nos conectamos con nuestras emociones. Por eso nos gusta mucho el tango”. La cultura nipona le brinda mucha importancia a los modales, al decoro y a la cordialidad y el tango permite pendular entre el acercamiento de los cuerpos y la solemnidad de la elegancia.
La vida en la Argentina
En la actualidad, Kaori toma clases de canto con la reconocida Lidia Borda. Como buena discípula que es, ella aprende mucho más que técnica vocal con su maestra. Borda le insiste y remarca en que, más allá de trabajar su interpretación, expresividad y dicción, lo que tiene que lograr es una autenticidad al cantar. Y ser auténtica significa no olvidarse de sus orígenes. “Yo sé bien que hay un montón de cantantes muy talentosos y aprendo de ellos todo el tiempo. Pero, quizá como japonesa que soy, me siento cantante de tango porque he aprendido mucho sobre cultura argentina y cómo expresarme a través del género”.
Kaori sabe que ser japonesa y cantante de tango la vuelve única. Show tras show, milonga tras milonga, ella sabe que está avanzando muchísimo en el arte de cantar la música ciudadana porteña. Hace unos días brilló en el evento de “Buenos Aires celebra Japón” con una Avenida de Mayo colmada escuchándola cantar sus versiones de tangos, incluso con su versión de “Gricel” traducida al japonés.
FUENTE: LA NACION