El 19 de agosto de 2016, falleció uno de los músicos, compositores, arregladores, pianistas y artista fundamental del tango: Horacio Salgán, el que rompió estereotipos y puso sobre la mesa otra forma de hacer música. Nació un 15 de junio de 1916 en el barrio porteño del Abasto. Vivió hasta los cien años.
Fue admirado por músicos como Daniel Barenboim, Arthur Rubinstein o Igor Stravinsky. Comenzó a estudiar música a los 6 años y a los 13, ya era el mejor alumno del Conservatorio Nacional.
Escribió temas como “Don Agustín Bardi”, “Grillito”, “A fuego lento”, “Cortada de San Ignacio”, entre otros, y realizó una tarea inmensa como arreglador de partituras ajenas.
Ingresó a los 20 años a la orquesta de Roberto Firpo. Al tiempo, se convirtió en arreglador de la orquesta de Miguel Caló. Su primer encargo fue para hacer una versión de “Los indios”, de Francisco Canaro.
En 1944 fundó su propia orquesta (cuatro bandoneones, cuatro violines, viola, cello, contrabajo y piano).
“La idea de formarla, de alguna manera, está determinada por la composición. Empecé a componer porque quería hacer tango de una manera determinada. No con la idea de ser compositor, sino con la de tocar tangos como a mí me gustaba. Lo mismo sucedió con la orquesta. Como a mí me gustaba interpretar tangos a mi manera, la única forma era teniendo mi propio conjunto. Hay gente a la que le gusta ser director de orquesta, pero a mí me interesó mi vocación pianística. Sin ninguna intención de crear nada”. Del libro Horacio Salgán: la supervivencia de un artista en el tiempo (1992).
Astor Piazzolla, que trabajaba con la orquesta de Aníbal Troilo, se escapaba en los intervalos para escuchar la orquesta de Salgán, que tocaba en otro bar cruzando la calle.
En 1957 conoció al guitarrista Ubaldo de Lío. Con él conformó el Quinteto Real -emblemática formación del tango, que todavía persiste al mando de su hijo, César Salgán-, con Enrique Mario Francini (violín), Rafael Ferro (contrabajo) y el bandoneonista Pedro Laurentz, otro de los padres del tango.
“Mi máxima ambición, y lo fue desde niño y también lo es hasta hoy, es aprender a tocar el piano lo mejor posible. Y así sigo: porque me retiré de las actividades públicas, no de la música”, dijo en ocasión de su cumpleaños número 100
También trabajó con Dante Amicarelli y el Nuevo Quinteto Real, con De Lío, Leopoldo Federico (luego reemplazado por Néstor Marconi), Antonio Agri y Omar Murthag.
En 1970 tocó en el Lincoln Center de Nueva York y, en 1972, en el Teatro Colón. Su última actuación para el público masivo fue en 2010 para la celebración del Bicentenario del 25 de mayo de 1810.
“Lógicamente pienso que hay que empezar a tocar el tango como es y después hablar de las variantes. Antes de dar un salto mortal hay que aprender a caminar. Después, el tiempo dirá”, decía el maestro acerca del tango contemporáneo.
Entre su legado dejó un libro, “Curso de Tango”, publicado por primera vez en 1991, y que es el primer material de género escrito con una perspectiva técnica.
“Los músicos y melómanos le debemos a Salgán”. Por Ricardo Saltón (Periodista especializado en música).
Hace ya casi cinco años que dejó este mundo, por el que trajinó hasta una edad muy avanzada. Sin embargo, aunque su obra y su huella comenzaron a plasmarse en la primera mitad del siglo pasado y terminaron de consolidarse entre los ’50 y los ’60, podríamos seguir considerando a Horacio Salgán como un emblema del tango moderno; tanto, que mucha de la música actual sigue mostrando su herencia.
Jugó contemporáneamente con Eduardo Rovira y Astor Piazzolla en la intención de mirar hacia adelante, aunque cada uno desde lugares diferentes, lo que hasta generó ciertas –y, vistas a la distancia, tontas- rispideces. Fue un pianista brillante –“el único”, decía Manolo Juárez; “el resto solamente tocamos el piano”-, con un sentido del ritmo y de la estética tanguera que juntaba a Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Pedro Láurenz, Pedro Maffia y tantos otros. Encabezó muy distintas formaciones pero en tres de ellas encontró su mejor modo de expresión: el dúo inolvidable con Ubaldo De Lío, la orquesta típica –que manejó con una estética y una tímbrica personalísimas y con la que acompañó a grandes cantantes, sobre todo a Edmundo Rivero- y el quinteto, que llamó Real, que tuvo un elenco impresionante en su integración inicial y que, curiosamente, tuvo la misma formación instrumental de piano, guitarra eléctrica, contrabajo, violín y bandoneón que eligió Piazzolla como su orgánico preferido. Pero además escribió y tocó jazz y, sobre todo, mucha música de raíz folklórica que en una medida importante todavía necesita salir de las estanterías.
Sin dudas, todos –músicos de tango y de otros géneros o meros melómanos- le debemos algo. Cuanto menos, el enorme placer de seguir escuchando sus composiciones y sus interpretaciones sin que jamás nos fatiguen. Por suerte, buena parte de eso quedó plasmado en discos que sin dudas, atravesarán muchas generaciones.
Durante los 90, fueron varios los años en que Salgán se presentaba en El Club del Vino. Tuve la suerte de empezar por esa época a estudiar tango y a acercarme desde el instrumento (piano) al tango y pude ir a verlo en varias ocasiones; sino era casi todos los viernes. Primero se presentaba con el Dúo Salgán-de Lío y luego con el quinteto, y muchas veces se acercaban músicos famosos que venían a tocar a Buenos Aires, que preguntaban donde se estaba presentando Salgán y querían verlo y escucharlo. Siempre llamó mucho la atención de otros músicos, su música y sus composiciones. Creo que Horacio Salgán como pianista, como arreglador, como compositor ha nutrido enormemente al tango desde la creación y desde su modelo de acompañamiento “umpa umpa”, desde sus composiciones como “A fuego lento”, “A don Agustín Bardi”, “La llamó silbando” y su manera de orquestar y de arreglar para dúo, para quinteto y para orquesta. Su música, como alguna vez lo describió Diego Schissi, tiene un sonido perlado, es música muy sutil, tiene un montón de información, tiene muchos detalles y no se parece a ningún otro estilo dentro del tango. Hay mucha fusión porque él también fue un músico que también se nutrió de otras músicas, como cuando empezó, en 1940, 1950, de las big bands, Duke Ellington, del jazz, de la música brasilera, de hecho tiene algunas composiciones de ese estilo. Creo que fue un músico dentro del tango que abarca un montón de aspectos, desde lo compositivo, lo arreglístico, como pianista y como ejecutante es inigualable. Solo él puede sonar de esa manera.
Fuentes: Télam / Diario El País