Entrevista a Sebastián Pereyra

Por: M. Belén Bulacio

El bailarín y profesor de danza, Sebastián Pereyra me concedió esta entrevista una noche en la milonguita de Gato Negro (ex Antiguas Lunas). Sagitariano, nacido en la ciudad de Padua, partido de Merlo, Buenos Aires, Sebastián nos contó que su infancia y adolescencia transcurrieron en el oeste en Paso del Rey. Recuerda con mucho cariño al Instituto Tiberio Botto y comenta que sigue enlazado a sus amigos de entonces. Junto a su perfil de bailarín y profesor de danzas desplegó también la veta de asistente coreográfico e instructor de pilates. Nos compartió que “jamás (pensó) que iba a tener un vínculo tan estrecho con el arte a través de la danza, cada vez hay más cosas que (le) invitan a seguir creyendo en la posibilidad de transformación, generación de consciencia y vida que hay en el arte.”

Belén: ¿Cómo fue tu primer contacto con el tango?

Sebastián: Tiene que ver con imágenes porque en mi casa se escuchaba mucha música, mucho folklore; mis hermanos bailaban folklore. Mi hermana en su adolescencia bailó tango. Se escuchaba mucho Hugo Diaz [armonicista y compositor santiagueño] en la casa de mis papás, la esposa de Hugo Díaz iba mucho a la casa de mis papás porque era la madrina del grupo folklórico donde bailaban mis hermanos. Tengo fotos de mis papás con Domingo Cura y Victoria Díaz [el primero fue un notable bombisto e instrumentista santiagueño y la segunda era su hermana, bailarina, cantora y esposa de Hugo Díaz], yo estaba en la panza de mi mamá.

Mi primer contacto o sensación primaria en relación al tango tiene que ver con bajar las escaleras de la casa de mis viejos, atravesar el living para ir a la cocina, tenía unos 4 o 5 años, y sentarme en una silla alta en la mesada de la cocina, desayunando y que esté sonando la voz de Héctor Larrea en la radio del lavadero y ahí escuchaba tango. Lo digo y me emociona porque me rememora cosas muy lindas. Esos fueron mis primeros contactos, básicamente. Y después nosotros lo conocimos a Rubén Véliz, que es un gran bailarín de tango, y además mi hermana bailaba con él en un grupo en el Ballet Brandsen [grupo coreográfico]. Rubén y mi hermana bailaban este tango de Mariano Mores que se llama Tanguera. A mí la orquesta de Mariano Mores no me gusta en absoluto pero es un tango que a mí me produce unas sensaciones tremendas y ese es otro recuerdo que yo tengo, de estar sentado en el living y escuchar ese tango.

Y después, como a los 13 años, mis papás comenzaron a tomar clases de tango los lunes, lo recuerdo exactamente, los lunes yo me quedaba en casa y me quedaba porque estaba mi hermano. Un lunes no estaba mi hermano y decidí, para no quedarme solo en mi casa, acompañar a mi vieja y a mi viejo. Era un centro de jubilados en Merlo y me hicieron bailar ahí y al toque los profes me dijeron que además del lunes me esperaban el jueves y, no me acuerdo qué otro día de la semana, también en el teatro de Merlo porque querían que yo baile en el grupo que ellos tenían. Fui un par de veces pero yo era adolescente y no pretendía nada de todo eso.

Esos son mis primeros encuentros con el tango. Después, ya a los 20 años, empiezo a salir con una chica que era bailarina de clásico y ella quería empezar tango. Sus padres tenían un profe de tango que iba a la casa y ahí tomábamos clases privadas. Así empiezo a recordar cosas que yo veía en el canal Sólo Tango y una vez le nombro a don Tito, el papá de la chica, que a mí me gustaba mucho Gachi Fernández [docente, bailarina y coreógrafa de Tango]. Para mí era una bailarina impresionante y la admiraba un montón de verla en Sólo Tango. Don Tito averiguó la dirección de esa bailarina, la llamó y empezamos a tomar unas clases semi privadas en la casa de Gachi Fernández en Constitución y fue como guau. Ahí empecé a introducirme en cuestiones del movimiento más profundas y después tuve muchas idas y vueltas en el tango hasta hace unos 10 años, que a lo único que me dedico es a bailar y estudiar tango.

Belén: ¿Qué milongas elegís cuando estás en Buenos Aires? ¿Qué te convoca de esos espacios?

Sebastián: Me sucede que desde que volví de Grecia en septiembre, estoy en crisis con los espacios, siento que hay muchos espacios poco genuinos, ¿viste? Mucha pose, creo que las milongas más tradicionales o más concurridas están viviendo mucho de la mística y hay poca profundidad y poco estudio, ¿no? Siento que se está viviendo mucho de la mística y siento que con eso solo no avanzamos, no crece la cultura, no crece el movimiento tanguero ni el movimiento en sí mismo. Siento que pasa eso, que hay mucho mainstream. En Cachirulo o El Motivo se bailaba bien hace 10 años atrás, tenías que tomar clases y buenas clases para ir y bailar en esas pistas. Hoy lo que sucede es que hay mucha mística y mucho extranjero que piensa que por participar de un lugar como ese, ya está. Listo, hicimos todo. Y siento que hay un vacío en la búsqueda de la calidad y la profundidad del movimiento. El mainstream opaca esa búsqueda con mucho flyer, mucho DJ y con poco baile. Entonces, los lugares que me convocan son, por ejemplo, este como Antiguas Lunas, donde la gente se queda después de la clase a experimentar. No se trata de bailar bien o bailar mal, hay como una cierta identidad que se genera en los grupos de clases, esa gente que se queda en la práctica o en la milonga y bailamos todos con todos. Se trata de conectar de un lado más genuino, más cómodo, más real. Me parece que eso sí le da cierta dinámica a la danza, cierta dinámica al movimiento y a mí eso me lleva a identificarme con esos espacios. Por eso también elijo ir y capaz no bailo. Me parece que Diego, el organizador, genera un espacio donde está cómoda la gente, donde no hay algo impostado. Hay otros espacios donde mayormente los turistas están viviendo de una mística y no veo una búsqueda de calidad, como dije anteriormente.

La viruta, más allá de las discrepancias que la gente pueda tener, es donde todo el mundo cae. Y me parece un espacio que propone una síntesis de lo más interesante donde hay tango y se baila tango, hay una mezcolanza de gente de todo tipo, de gente que baila bien, gente que baila mal, profesionales y amateurs. La viruta sigue sosteniendo esa dinámica, es un lugar donde yo puedo ir solo y me siento cómodo, no tengo que impostar nada, puedo tomarme una birra en la barra.

Otro lugar que me gusta es El Cafetín, voy todos los lunes. Me parece que es otro espacio genuino que te invita a construir esta cosa identitaria que tiene el tango y no lo impostado.

Belén: ¿Qué proyectos estás tejiendo por estos días?

Sebastián: Estoy dando clases de tango en una milonga en zona oeste, en un lugar muy lindo y pintoresco que es un viejo bodegón, se llama Tarzán en Castelar. Hoy comienzo a dar clases en Antiguas lunas junto a Diego, a quien estoy muy agradecido por haberme invitado. También doy clases en una casa de tango para turistas que se llama Palacio Tango en el complejo Astor Piazzolla, en la Galería Güemes, ahí en Florida, son unas clases cortitas de media hora con un grupo que se llama Jugando tango.
Estoy haciendo una formación en Pilates y recién termino de armar una clase de mat para mis instructoras Mariana y Mile. Y recientemente fui invitado como asistente coreográfico en un proyecto de una compañía internacional que se llama Sur Mundo Ensemble liderada por Gabriela Zuarez , una dramaturga y coreógrafa de danza contemporánea argentino-holandesa. Todo lo que ella y su equipo investigan y crean está apoyado en el tango, por eso me convocaron.

Otro espacio de trabajo que tengo es con una Licenciada en Danza Contemporánea, egresada de la UNA, Perla Lazo, que viene trabajando en una idea sobre Malvinas, ya venimos en ese proyecto desde hace un año e hicimos un video con una bailarina de danza contemporánea. Vamos a estar haciendo ensayos de una parte solista para un nuevo video conmigo.

Todo esto me pone muy contento y me siento muy agradecido de estar en esta rueda y de que todo esto esté sucediendo.