El 2020 fue un año singular que impuso cambios, rupturas en los tiempos personales y el espacio social, desafíos laborales, limitaciones por todas partes pero también nuevas perspectivas, enseñanzas y bendiciones. El Tango, y sus hacedores, se adaptó, se reinventó, se sostuvo, desarrolló nuevos formatos y sigue vivo y vigoroso – no hay Covid que le entre. Hoy por hoy hemos ganado perspectiva, aplomo y flexibilidad.
Milonga conversó con la bailarina, docente de tango y escritora Paula Cabrera sobre sus experiencias y reflexiones acerca de su labor.
Belén: ¿Cómo te reinventaste el año pasado?
Paula: Respecto al tango me mantuve ocupada aprendiendo más sobre la tangoterapia y formando el libro Siluetas del Alma.
Belén:Como trabajador/a del tango, ¿cuál fue el mayor desafío que te impuso la pandemia?
Paula: El mayor desafío no perderle la esperanza a que se volvería a bailar y a no perder el contacto con otros tangueros.
Belén:¿Qué respuesta ves de parte de los alumnos/ el público a las propuestas presenciales?
Paula: Acá a la gente le gusta. Cuesta mucho que asistan ya que son pagas y donde vivo cultura no paga por enseñar. Pero se prenden a las clases o a los show en la calle.
Belén:¿De qué manera cada uno de nosotros puede aportar (desde su lugar y su labor) algo a la comunidad milonguera?
Paula: Creo que todos podemos aportar no bajando los brazos, compartiendo lo aprendido, detalles que los hicieron en la danza, esos pequeños secretos que todos llevamos, aplaudiendo a los que siguen, acompañando a los que tuvieron que cesar la actividad, y apoyando la reapertura de milongas y salas de ensayo.